sábado, 14 de noviembre de 2009

Táctica y estrategia.

Estaba pensando en mi cuate, pensando en la guerra, en lo que se pierde, pero sobre todo en lo que se gana. ¿Hasta qué punto puedes dejar que te pisen? ¿Hasta que punto sabes cuándo hay que dejarlo todo?. El camino es largo, siempre y cuando, solo tú sepas trazar los límites. No es fácil, nadie dijo que lo era.

Táctica y estrategia.

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.


M. Benedetti.

lunes, 9 de noviembre de 2009

El fumador que nunca fuma.

La mano sobre la mesa, cogiendo la cajetilla de cigarros Raleigh para sacar uno y llevármelo a la boca. Que irónico. ¡Repugnante! Leyes Fascistas. Todos estos pobres tipos no pueden fumar, se mueren de ganas por hacerlo. Yo solo los miro con el cigarro en la boca, sin encenderlo. Todos tienen que salir a la calle para aspirar humo de mierda de un tabaco corporativo asqueroso. Las leyes fascistas me protegen y eso me da gusto. El aire está libre de humo de cigarro, pero atascado de tóxicos y dañinos gases, que bien.

Yo no sé por qué me mira de esa forma ese lisiado sexual. No tengo la culpa de que su acompañante sea tan bella y el sea un verdadero imbécil. Me importa una polla. Es un marica ponchado lleno de esteroides. Me vale que ella ya se haya dado cuenta que la miro, de hecho, ella también lo hace. El tipo no deja de mirar sus brazos de gimnasio aumentados con hormonas. ¡Está acabado! No veo que ella sonría, se ve que está aburrida. Se ve que él es un idiota. Me distraigo. Me volteo hacia Henry Miller. Me cago de la risa al saber de sus vulgaridades.

-Voy a alisarte todos los pliegues del coño, Tania-.

Puede ser tan divertido. Olvídate de las cursilerías por hoy. De la comida grasienta y deliciosa. De la cerveza fria. De las chicas angelicales. Eso hoy no vale. El día de hoy, cualquier cosa vale más que eso. Sentirte invulnerable ante todas esas cosas. Pienso en las canciones que he hecho, en los horribles dibujos irrepetibles, en las sonrisas de mis amigos, en los miedos que nos rodean, en todos los llantos de las guitarras que se oyen en el aire, resonando por un día auténtico en el que no dependamos de lo habitual.

Estoy solo. Quiero salir, tomar el teléfono. Reírme un poco con alguien de la cara que probablemente puso la desventurada Tania cuando el sucio de Miller la penetró y le quitó las arrugas del coño. Debería haber un tratamiento así para quitarle las arrugas a las ñoras. Seguro eso es lo que les hace falta. En lugar de gastar miles de pesos en inútiles cremas que no te quitan nada. Lo mejor, es acercarse a un hombre de verdad y dejarse acariciar por sus grandes manos.

El tipo de enfrente no es un hombre de verdad. Marica. Inseguro. Lo único que hice, fue mirar a su chica unos instantes, ahora no deja de mirarme feo a mi y a ella. Él no deja de hablarle, la quiere ahorcar con la mirada, la reprime con sus palabras. Ella tiene la culpa. ¿Por qué eligió andar con semejante imbécil? Está acabada. Dime con quién andas y te diré quién eres. Ella puede decidir votarlo a la goma, y no lo hace, seguro no lo hará.

¡Bah! Miller es mucho más interesante que cualquier forro de mujer en este momento. Me habla de sus aventuras en Paris, del hambre, de sus amigos de la India con sus costumbres poco conocidas en el mundo de occidente. Un relato en particular me pareció divertidísimo. Estando en París, llevó a un amigo suyo a una casa de “Señoritas de la vida galante” ¡Un lupanar pues! Estando en el lugar aquel, cada quien eligió a una chica, se dirigieron a sus respectivas habitaciones, las cuales eran contiguas. Ja. Después de divertirse con las chicas, alguien llamaba a la puerta de la habitación de Miller. Era su amigo Hindú. Preguntaba por el retrete. Miller no creyó que fuera algo grave, así que lo instó a que orinará en el bidet. Al poco tiempo, se oyó el grito de una de las chicas y la risa de su amigo. Las ofensas de ella: ¡Cerdo asqueroso! No dejaban de escucharse en la casa. La dueña subió, entró en la habitación y comenzó a gritar también. Miller preocupado salió a ver que ocurría en la habitación de a lado. Entró al baño y…¡Por dios! Miró el bidet lleno de chorizos flotantes en el agua.

Severa shite. Pobre güey.

El mundo de occidente puede llegar a ser atemorizante y extraño para un ajeno. El mundo de occidente y sus libertades, el paraíso de las decisiones. Aquí puedes decidir todo lo que quieres. Si. Decidir estar con un imbécil que te maltrata, decidir votar por un presidente inepto que solo ve por los intereses de la clase de poder, decidir creer en los asquerosos medios de información, decidir no decidir y mandar a todos a la shit. El maravilloso mundo de occidente con sus civilizadas leyes antitabaco. Pobres jodidos de Gaza, seguro ellos no tienen leyes tan civilizadas como las nuestras, seguro ellos no pueden decidir nada, todo se les es impuesto por medio de su TV satelital, llena de agresivos canales que solo fomentan la competitividad y aniquilan el intelecto. ¡Basura! Que acaben con ellos.

Decido largarme de este lugar. Es hora de dejar a Miller y a la pareja infeliz de la mesa de enfrente. Dejo la cajetilla de cigarros en la mesa. Que los tome alguien que los necesite de verdad.

lunes, 2 de noviembre de 2009

¡Vampira, Impúdica, Teibolera!

Entré al “Under” alrededor de las 12:30 am. Esperé a Lucio y al Ruso casi una hora. Un desfile de vampiros y punketos vi pasar frente a mi, mientras estaba ansioso por llevarme unas gomas de mascar a la boca, ¡Maldita ansiedad! Una busqueda inútil para saciar mis ansias de goma de mascar, no me quiero acercar a nadie, y no hay una sola tienda en los alrededores. ¡Me cago y me recago! ¿Cómo fue que olvide mis chicles en casa? Assshhh. Seguramente fueron las prisas. Para qué me llaman y me dicen que me apure ese par de monigotes, si van a llegar tarde a la cita.
Me hubiera dado tiempo de asearme, de rasurarme, de aplicarme mi crema exfoliante en el rostro, de depilarme la entreceja, de peinarme adecuadamente. Así, con este aspecto ¿Quién me va a mirar? Si, soy vanidoso, ¿Quién diablos no lo es? Está bien. No creo tener ganas de conocer a una vil y deprimida vampira, no se si quiero recetarme el discurso anárquico de una inadaptada punketa. ¡Argghhh!
Debería estar en mi casa tratando de olvidarla. Desde que ella se fue, una luz en mi interior se ha consumado, hasta las ganas de comer se han esfumado. 4 años de mi vida se largaron detrás de ella, justo cuando cerró la puerta después de que me gritó: -¡Eres lo peor que me ha pasado en la vida!-. Yo nunca podría decirle eso. ¡Jamás! A mi lo peor que me ha pasado en la vida, me ocurrió en la pubertad, cuando el rostro se me cubrió todo de granos, y mis más fieles seguidoras de secundaria me dieron la espalda, ¡Pérfidas!
Como sea, no la he podido olvidar. Yo pensé que se le pasaría pronto el enojo. Ya ha pasado un mes y no ha vuelto a casa.
Por fin, después de mucho, llegaron el Ruso y Lucio. Infames. Eran las 12:30 am y apenas ibamos a entrar. Supuestamente ese lugar estaba muy “nice”. Yo solo quería ver si eso era verdad, después de toda la bola de gente fea que vi pasar, lo dudé a madres. Pero bueno. Me saludaron, se disculparon, ya saben, miles de pretextos. Nos acercamos a la puerta y un par de pulgas punk, nos cobraron y nos dieron nuestros boletos, ¡Qué mamada! Nos empezaron a manosear los salvajes estos, ¿Qué pretendían? Encontrarme una pistola, una sierra eléctrica, una “Satori Hanzo”. ¡Pendejos! Me agarraron las nalgas y me toquetearon las ingles y no me encontraron nada. Pues no, solo vengo disque a divertirme, no vengo a hacer rituales satánicos como los que, seguramente, están acostumbrados a hacer estos vampiros.
Un pequeño pasillo escalonado nos llevó a la parte interior del edificio, una casona vieja bañada en una luz roja, comencé a mirar el lugar, y solo observé a puros vampiros como de aspecto nórdico, unos punketos de la periferia de la ciudad, y los únicos raros ahí, éramos nosotros. Al principio, comencé a sentirme incómodo, pero Lucio llegó con un par de cervezas y me ofreció una. ¡Que alivio! Comencé a sentirme un poco más relajado, y me percaté de que en realidad nadie nos miraba raro, los presentes no habían caído en la cuenta de que estábamos en el lugar. La música era muy buena, comenzaron a sonar “The smiths” y “The Clash”, un poco de “Siouxsie and the Banshees” y “Joy division”. Inevitablemente, empecé a recordarla. Cuando estábamos en casa, ella solía escuchar esa música, y yo siempre la fastidiaba. Creía odiar esa música, pero hoy me doy cuenta de que en realidad me encantaba, aunque talvez, se debía a que en realidad la extrañaba demasiado.
Mi mente vagaba por ese lugar y mi mirada se perdía en un poster de “Klaus Nomi” que se encontraba en las escaleras, para después posarse sobre una vampira preciosa que me recordaba a la cantante de Ladytron. Traía puestas unas botas negras de cuero que le llegaban hasta las rodillas, una falda cortísima que apenas le cubría las nalgas y una pequeña blusa de licra roída que mostraba un top negro debajo. ¡Pero qué vampira tan sensual! Era una escultura. Tenía unas hermosas facciones, remarcadas por maquillaje obscuro y cabello teñido de negro que contrastaba con la palidez de su piel. No dejaba de escurrirme la saliva al mirar a esa mujer andando por ahí. “The killing moon” y ella se subió a la barra a bailar, justo encima de mi carota, entre el poster de Klaus Nomi y yo. Mientras Klaus Nomi le miraba la espalda y las nalgas, yo no dejaba de mirarle el rostro y los delicados movimientos que su cuerpo orquestaba. Yo bebía de mi cerveza y cantaba aquella entrañable canción de Echo & the bunnymen. No dejaba de deleitar mi sentido de la vista, me volvía loco esa mujer que llevaba rapado el lado derecho de la cabeza y que movía la cintura mucho mejor que la estúpida – farsante de Shakira. Ella sabía perfectamente que la miraba, y probablemente sabía que estaba a punto de estallar de la inmensa excitación que sentía en ese momento. Repentinamente, su rostro se puso al nivel del mío, parecía que en cualquier momento, sus labios rozarían con los míos, pero solo me miró fijamente y me acarició el rostro con su fría mano.
¡Vampira! ¡Impúdica! ¡Teibolera! ¿Cómo podía controlarme de esa manera? ¿Qué poder tenía sobre mi? Era una mierda total lo que me estaba pasando. Me hechizaba con sus ojos y mi boca estaba hirviendo. Así que mandé todo al carajo y la besé. Así, sin más, la tomé por el cuello y acerque su rostro hacia el mio. Pensé que me iba a abofetear, pero no fue así. Me comenzó a besar delicadamente, para después mordisquearme los labios de una manera brutal que encendía más y más el fuego en mi interior. ¡Pero qué besos! ¡Qué forma tan bella de besar! Me siguió besando y se sentó en la barra, y sus piernas en seguida envolvieron mi cuerpo. Me apartó. Me miro profundamente, se bajo de la barra, tomó mi mano y me subió por las escaleras.
La seguía hipnotizado y de pronto, entre las penumbras de una habitación, se nos apareció un sofa. Ella me arrojó, para después lanzarse como una depredadora sobre mi. Me besó y acarició su sexo contra mi cuerpo por largo rato. Mis manos recorrieron cada rincón de su tersa piel. Era como estar en el cielo. Sus manos tocaban mi sucio rostro, el cual, seguramente la raspaba como lija por no haberme rasurado antes de llegar ahí. Pero al parecer, a ella, eso no le desagradaba en lo más mínimo. Posaba sus manos sobre mis mejillas y me mordía con gran fuerza el labio inferior. En un estallido de ira y ternura, la sangre brotaba y fluía por nuestras bocas. Esa pequeña punzada de dolor, me produjo una demoledora excitación cercana al climax.
Sin más, ella se levantó. La miré sentado en el sillón, ella de pie, contra la luz, era una silueta siniestra, no pude mirar sus ojos, solo vi una sombra. Se alejó entre las tinieblas, entre las luces rojas, bebió un poco de mi sangre, me agitó el corazón, me hizo olvidar por un instante lo triste de mi existir, pero aun así, se largo. Cuando bajé las escaleras, no la encontré por ningún lugar, solo vi a Klaus Nomi y a un dj con pinta de Robert Smith, repasé el rostro de un montón de punketos y vampiros, pero a ella, no la encontré. Después busqué al Ruso y Lucio, pero también se habían largado. Yo ya no traía dinero, pero poco me importó. Solo quería encontrar a aquella vampira, que en esa misma noche, se había bebido la sangre caliente de un frío corazón.
Resignado, salí muy triste de aquella casona, caminé solitario por Monterrey, llegué a circuito interior y apenas me percaté que por primera vez en el último mes, había logrado sacarme de la cabeza a la mujer con la que me había relacionado los últimos 4 años y que hacía poco, me había abandonado.
No sé cómo explicarlo, pero aquella vampira, me había cautivado, y ni siquiera supe su nombre.
Eso fue hace una semana, pero esta misma noche, Klaus Nomi y yo, estamos esperando a que esa hermosa vampira cruce de nuevo por este pasillo, y que vuelva a cautivarnos sobre esta misma barra, iluminada por las luces rojas del “under”.