lunes, 27 de octubre de 2014

Adios.

No entiendo bien de qué va.
Guardo tus fotos y tu número de celular. 
Recuerdo tus llamadas a cualquier hora.
No olvido tu sonrisa, siempre, bajo cualquier circunstancia, la mostrabas. 
Ya no hay nada, y eso nadie lo puede entender, solo tú.
Espero que un día me lo expliques, como todo lo que me explicaste anteriormente.
Tengo una vieja foto donde estamos en la playa, el mundo era inmenso y limpio, poco complicado, yo no entendía mucho y me llevabas de la mano, siempre me sentí muy bien a tu lado, era lo natural.

Nadie está preparado para algo así. Mi miedo más grande sucedió, y ¿Ahora qué? ¿De qué va? Marco tu número y no respondes.

Esto se repite una y otra vez en mi cabeza. Es una intensa alucinación que al final no cambia nada. ¿Dónde quedó tu voz? Espero que se encuentre en algún lugar del infinito, viajando por esas ondas que transmiten los teléfonos celulares y expandiéndose a lo largo de los años. Seguramente así debe ser. Al menos eso quiero pensar.

Una estrella, mil estrellas, el vapor enérgico de la tierra y el demoledor sonido de la noche se hacen presentes cada que te busco, cada que te invoco. Las palomillas buscando luz para sobrevivir la noche me han mirado hacerlo, los grillos, los tlacoaches, los bichos, toda la fauna nocturna.

Sigo esperando tu respuesta.

Solo espero que hayas escuchado lo último que te dije, toda mi vida lo tendré presente.


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