martes, 21 de abril de 2009

“Our Change into Rain is No Change at All (Talkin’ ’bout Us)”.

El auto sigue su marcha. Una tarde de octubre. La lluvia quedó media hora detrás, ahora impera un abrumador sol que nos obliga a traer las ventanas del auto totalmente abiertas. Tus desnudos pies se asoman por la ventana del copiloto. Tu cara se refleja en el espejo retrovisor. Llevas puestos los anteojos negros de pasta blanca que tomaste “prestados” de la última tienda donde nos detuvimos. Toda una “femme fatale”. Las cervezas se terminaron. Ahora solo queda un refresco caliente sabor lima limón y una botana pinchurrienta de dudosa procedencia. Ya no hay vodka. El dinero se nos acabó, así que tenemos que tomar carreteras libres. Afortunadamente el automóvil que le robaste a tus padres tenía el tanque lleno de gasolina antes de emprender el viaje. No sé por qué acepté subir al auto cuando pasaste por mi en la mañana. Te conocí hace una semana, en la escuela, en la clase de los viernes. A la que siempre llegas puntual.

Ese mismo viernes en la noche, te encontré en una fiesta chafa que hubo sobre periférico. Cruzamos algunas miradas y luego charlamos. Me dijiste que querías bailar. Yo no dije nada, la verdad es que soy un asco para bailar. Pronto alguien se acercó y te sacó a bailar. Yo te miré por un rato y me asombré de lo buena que eres en la pista. Me asombré de la manera en que se asomaba tu cintura. Algún borracho se me acercó y te perdiste entre la gente. Pasaron dos horas y regresaste, muy ebria. Te tenías que ir, así que nos despedimos, nos dimos el típico abrazo que se da todo mundo. Después, tus manos se resbalaron por mi nuca y sin más, me besaste en la boca.

Te fuiste.

El fin de semana pensé en lo que había ocurrido. Un no sé qué recorría todo mi cuerpo cuando reconstruía los hechos en mi cabeza. Tus cálidos labios, tu saliva, tu cintura en mis manos. ¡Qué afortunado! Solo quería que llegara el viernes para verte de nuevo en la clase. Temía que no te acordaras de nada.

Llegué más temprano de lo acostumbrado. Tuve que soportar el frio de la mañana. Pasamos todos al aula. 8:30 am y no habías llegado. Lancé un bostezo. 9:30 am y no se veían señales de ti. Miré alrededor de todo el salón, probablemente habías cambiado de look y no te reconocí. La clase terminó y definitivamente me di cuenta de que no cambiaste de look.

Me di cuenta de que no llegaste a clase.

Salí del salón. Me largué a la cafetería. Pedí un capuccino sencillo. Sin canela. Caminé por el largo pasillo dirigiéndome a mi siguiente clase. Ya no hacía tanto frio. De pronto te cruzaste en mi camino. Me saludaste e inmediatamente me preguntaste qué vimos en la clase. -Debemos ir al museo de arte contemporáneo-. 11:00 am. Te despediste. Ya no entré a mi clase. Todo ese tiempo charlamos sobre algunas tonterías. Mañana iríamos al museo temprano.


En lugar de ir al museo, vamos en este momento por la carretera directo a Guanajuato. Tienes tantas ganas de ver a “Belle & Sebastian”. Yo insisto: -No se van a presentar, cancelaron desde hace un mes-. Tú insistes lo contrario. Qué más da, venimos juntos, mirando el inmenso paisaje a nuestro alrededor. Por mi, podemos llegar a Nuevo México sin problemas. Tu auto viejo tiene tocacintas. Olvidaste tu Ipod. Robaste el auto de tus padres, saliste corriendo de casa. No hay música. Abres la guantera y sacas las viejas cintas que escuchabas antes de dejarlas encerradas y olvidadas por culpa de tu Ipod. Todas tus cintas son de grupos escoceses:”The Vaselines”, “The Jesus and Mary Chain”, “Cocteau Twins”, y obviamente “Belle & Sebastian”. De entre ellas, hay una cinta con letras negras escritas sobre un curita “A sunny day in Glasgow”. La introduces por la ranura. Una hermosa banda de shoegaze comienza a sonar en el tocacintas. Las densas nubes negras cargadas de agua hacen acto de presencia. La lluvia no se hace esperar. Tenemos que aparcar. El auto de tus padres no tiene aire acondicionado para desempañar los cristales. No se ve nada en la carretera, así que nos detenemos en medio de la nada.

Hay un silencio atronador en el auto. Te pones tus jeans. Tienes frio. Yo intento calmar mi respiración. Eres tan sexy. Comienzas a balbucear las canciones. Charlamos un poco. Me gustas mucho. Estamos en medio de la nada. Estoy nervioso. Tú te agarras tu trenza y te quejas del hambre. Te tomo la mano. La quitas. Seguimos charlando. Te vuelvo a tomar la mano. La vuelves a quitar. Ya no seguimos charlando.

No sé qué decir.

-Te gustó el beso que nos dimos en la fiesta-.
-¿Qué fiesta? ¿Qué beso?-.
-La fiesta de la semana pasada-.
-¿Nos besamos? Mmmmm…No recuerdo, estaba muy ebria. ¿En qué momento?
-Cuando nos despedimos, tú te ibas, nos besamos, así, nada más-.
-No, pues, estaba perdida, no me acuerdo de nada-.

Lo que me temía, no se acordaba de nada. Siento como jalan el excusado y yo me voy por él, como una mierda. El silencio se torna más incómodo. Deja de llover. Abrimos las ventanas. Los vidrios se desempañan y seguimos el camino. La cinta sigue sonando. Llega al final. Apagas el tocacintas y te duermes mientras yo sigo manejando con la cabeza echa un torbellino. Te cubro con mi sueter. Te tomo de la mano. Estamos a 2 horas de llegar a Guanajuato. Te despiertas.

-Sobre lo que hablábamos hace rato. Lo siento, no quiero que pienses algo que no es, NO INTENTES CONQUISTARME. Te rapté hoy porque me quedé de ver con mi novio en el Cervantino. No sé manejar en carretera, debí habértelo dicho antes. Perdón…no sabía que había pasado algo en esa fiesta-.

-No te preocupes, aquí venimos, me la estoy pasando bien-.

¡Menuda Mierda! Soy un mentiroso. No la estoy pasando bien. Esto es un infierno, una puñalada baja y asquerosa.

Llegamos a Guanajuato. Caminamos por las abarrotadas calles para llegar a la alhóndiga de Granaditas. Ahí la espera él. Se encuentran al fin. Se abrazan. Me presento. –Mucho gusto Sean-. No me llamo Sean. Pendejo. Ni siquiera puedes pronunciar bien mi nombre. Me ignoran. Están en su rollo. Decido dar un paseo, lejos de ellos.

Al cabo de un rato me voy al auto. Recojo mi sueter. Dejo una nota donde explico que me largo de regreso al DF. ¿Cómo? No lo sé. Miserable. Me voy a llevar su cinta de “A sunny day in Glasgow”. Es lo mínimo que puede hacer por mi, regalarme su cinta. Abro la guantera para sacar la cinta. Encuentro mil pesos. ¡A huevo! Para mi boleto de camión de regreso al DF. Después de todo, no fui el único mentiroso, ella traía dinero, me morí de hambre durante el día, me agoté manejando como un idiota, me rompieron el corazón. Esta, puedo considerarla como mi paga por todo lo que me hizo pasar, y siento que me he quedado corto.

Ya voy en el camión de regreso a casa. No ha dejado de sonar en mi cabeza “Our Change into Rain is No Change at All (Talkin’ ’bout Us)”. Que bueno que me traje la cinta. Maldita hambre, maldita lluvia, maldita ella.

Con el tiempo supe que "A Sunny day in glasgow" no eran escoceses.

Nunca se presentó “Belle & Sebastian” en el Cervantino.

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